domingo, 21 de diciembre de 2014

Discriminación por depresión en mi centro de estudios

Queridos amigos, 

Espero se encuentren bien, mejor. Quise tomarme un tiempo prudencial para saber como terminaría esta historia.

Estudio en un Instituto en Lima que tiene mucho prestigio, no puedo decir el nombre para no ganarme problemas, lo cierto es que esperé varios meses para ver como finalizó mi caso.

Estaba cursando el último ciclo en dicha entidad, anteriormente siempre tuve una relación cordial con mis profesores, coordinadores y mi director de carrera. Debo ser sincera en señalar que todos fueron siempre muy amables y comprensivos (claro, sin descuidar las normas o el reglamento). 

En algunas ocasiones, he faltado por encontrarme enferma, por algo menor de salud, digamos una gripe fuerte, una caída e incluso un tema laboral. El profesorado siempre me comprendía y me justificaba la inasistencia sin ningún problema con la debida explicación. Pero esta vez, esta vez fue diferente.

La mitad del primer semestre de estudios estuve practica mente postrada en cama, encerrada en una habitación, triste, abatida, desesperanzada, con las ideas rondando mi cerebro de suicidarme. No comía bien, no dormía bien. Era un fantasma, un ente. No podía ir así a clases, de modo que a primera instancia y por ser un hecho relevante y complicado decidí acudir a mi director de carrera, que, antes de esta difícil situación fue siempre muy correcto y amable con el alumnado. Al contarle mi caso y presentarle la debida justificación, vale decir: cértificados médicos, constancias, recetarios, etc.. me leyó y lo lamento muchísimo. Yo le escribí para dos cosas: contarle mi caso y que pueda apoyarme con la justificación de las faltas y darme el chance de recuperar notas. Estaba en todo mi derecho. 

En su primer email me cuenta que lamenta mi caso pero que lo adecuado es que derive mi caso al departamento de consejería. Le copió mi correo a la tutora y consejera de este insitituto. Pero, yo no la conocía, no tenía la mínima confianza en ella. La información que le proveí era privada, interna, no tenía derecho a copiar mi correo y derivarla a una persona que no me conoce y de la cual no creí en ese momento podía ayudarme a resolver mi problema académico.


Ella me escribió para que la vaya a ver, literalmente le escribí y le dije: no puedo, no salgo de mi cuarto, no logró levantarme de mi casa para asistir a clases, por lo mismo, no puedo acudir a verla. Le agradecí por su interés y le pedí que por favor presenté mi documentación y situación a los profesores para que puedan justificar mi falta y me den la posibilidad de recuperar notas (como en tantos casos anteriores con cualquier alumno ante una enfermedad física o caso emergente). Esta me dijo que ese no era su rol, que el encargado de la parte académica era el director y que a él le iba a remitir mi respuesta  que él lo solucionaría.

Esperé una semana, tal vez dos.

Me escribió el director de mi carrera para preguntarme si pienso asistir en lo sucesivo, le comenté que recientemente he recibido un séptimo tratamiento (le presenté la documentación) y le dije que según las predicciones del médico en dos semanas estaré mejor para reanudad mi asistencia a clases. Que lo que le pedía era justificar mis faltas y darme la posibilidad de duplicarme notas o rendir nuevamente mis prácticas.

Silencio. Hubo silencio.

Imagen subida de internet



No me quise conformar con ello. Le escribí a mis tres profesores, porque eran tres cursos los que llevaba. A los tres les escribí básicamente lo mismo, les plante mi situación de salud, les presenté la documentación pertinente y les pedí apoyo para la justificación de la asistencia y la posibilidad de rendir nuevamentente calificaciones por encima de 11, no importaba, yo quería esperanza, quería seguir a pesar de los inconvenientes. A los tres profesores les pedí discreción, charlar sobre este tema tan personal, no es fácil, y es privado. Les pedí confidencialidad.

De los tres profesores me respondieron dos. 

El primer profesor me escribió un mail muy corto en el que me decía que lamentaba mi situación pero que derivaba mi caso a la direccción para que él decida y tome cartas en el asunto. 

El director no respondió, calló. Otra vez silencio. Hubo silencio.

El siguiente profesor, al que agradeceré siempre, me escribió para darme su absoluto apoyo, y sobretodo valoro sus palabras de ánimo, de fuerza, eso es lo que más aprecié de su email. Él me ayudo a lo largo de todo el periodo. Pude rendir tareas y mis examenes. No hubo problema con el tema de la asistencia, él supo comprender que tenía días muy malos, él me ayudó. Y desde donde este y sea el tiempo que pase, siempre le estaré infinitamente agradecida. Él esta en mis oraciones. 

A mitad de ciclo nuevamente le escribí a mi director para que me diga como va el procedimiento de mi tema, él me recomendó que me retiré del ciclo, que mejor lo abandoné, que no había garantía alguna de que me recuperé. 

Pasaron las semanas, me encargué de revisar el reglamento de estudios minuciosamente, y le escribí al director, le dije con respeto pero enérgica: siento que no estoy siendo tratada con igualdad, he presentado la documentación sustentatoria, mi enfermedad es como cualquier otra, es un desbalance químico hormonal cerebral, merezco que me justifiquen las faltas, ya que corro el riesgo de volar en faltas y no poder rendir mi examen final. 

Su respuesta fue sorprendente, estaba indignado, me dijo que yo no colaboré con ir a la psicóloga y que no quise acudir. En fin, se lavo las manos. Y más que lamentar mi falta de oportunidades, lamenté su comportamiento, su falta de calidad humana, su sentido de igualdad, de profesionalismo. Derivo inmediatamente mi carta a la dirección máxima. Pueden creer? Yo lo único que pedía era ser aceptada nuevamente para llevar mi carrera en lo sucesivo porque ya estaba mejor! presentaba documentación clínica, sólo pedía equidad. El director general nunca respondió, seguramente se dió caso de que efectivamente estaba siendo tratada indignamente.

A los días me escribió la psicóloga de la institución para que la vaya a ver. No fui. Ella misma me dijo que el tema academico no le correspondía a ella. Era pues consejera, y, estando yo en un proceso de mejora psiquiátrica lo menos conveniente era tolerar consejos de una persona que no conoce nada sobre la enfermedad y mucho menos podía ayudarme con mi tema estudiantil. Decidí no responderle el correo.


Y hubo silencio. Silencio.

Esperé a la fecha máxima de retiro de esos dos cursos, y llegado el día me retiré, con mucha pena, con dolor, pero sobre todo con impotencia. Esa semana bajé varios kilos. 

Sin embargo, fue esperanzador poder seguir llevando ese curso, se llama "Gestión de Empresas Emergentes", afortunadamente pude nivelarme y aprobar con buena nota. Vencí. Vencí.

Quedaron pendientes esos dos cursos, los últimos. Pagar de nuevo, llevarlos de nuevo. Pero no importa. Esta experiencia me sirvió para darme cuenta que no basta que una Institución sea de Vanguardia, con profesionales de gran nivel, sino hay calidez humana, igualdad de derechos, información. La ignorancia es atrevida, fui tratada como cualquier persona, no como una persona enferma, no sabían de mi enfermedad, y a pesar de mis largas explicaciones, de mis certificados médicos, no me supieron entender, o no quisieron creer. Quizá, lo más probable es que hayan pensado  (como muchos), que esto es simplemente una tristeza pasajera, un tema de conducta, cierta desidia, nostalgia, estan equivocados. Muy equivocados.


Mi sensación final fue de frustración y agotamiento. Pero luché hasta el final a pesar de los resultados. Pero nada es completamente negro, hubo un profesor que si me comprendió, me dió su apoyo y comprensión. Un profesional muy capaz pero también sensible e informado.

Le conté a mi psiquiatra de esta experiencia y me dijo, así es Anna Sun, eso sucede mucho, hay mucha desinformación, mucha ignorancia, de ahora en adelante, de recaer, no digas eso, inventaremos otra enfermedad, que aunque este mal hacerlo, es necesario salvrnos.

Algún día nos salvaremos sin necesidad de mentir.

Y que quede claro, muy claro: LA DEPRESIÓN ES UNA ENFERMEDAD NO ES UN ESTADO DE ÁNIMO (tristeza pasajera).


Muchos cariños, y escríbanme con toda confianza sus casos, no necesitan dar nombres, apellidos, eso no importa mucho, importa que sean escuchados y aprender de todos nosotros. 


Imagen subida de internet


Un abrazo y esperanza para todos vosotros. 



Pueden escribirme a yotambientengodepresion@gmail.com para cualquier consulta o comentario. 

Muchas gracias por leerme